Mirar dentro y fuera, la grieta entre la que se asienta la vida

No se puede decir que Miguel Casado sea una poeta que se prodigue mucho, en cuanto a sus obras de creación. (Sí lo hace, y con acierto en otras tareas, como crítico, traductor, etc.) Su último libro de poesía fue Tienda de fieltro (publicado por DVD, en 2004). Ahora edita en Tusquets, en la excelente colección «Nuevos textos sagrados» que dirige Antoni Marí, su ultimo poemario: «El sentimiento de la vista», que será presentado en enero en la Biblioteca de Castilla-La Mancha (Toledo). Este nuevo libro nos habla de la realidad exterior (Siria, China, la crisis). Pero la realidad no es sino una grieta entre la que se asienta la vida: «la realidad// se parece a una grieta». Mientras, en la vida, el silencio crece y se va apoderando del territorio del autor: «El silencio ahora lo percibo // como un espacio, va tomando// extensión, cuesta recorrerlo». Para el poeta, mirar, contemplar, escribir es tanto o tan importante como respirar: «la libreta …… convertida// en forma material de respiración». Pero mirar, ver, no es un acto sólo íntimo, personal sino también colectivo: «Mirar es compartir el mundo». Al final aparece un rayo (o una grieta) de esperanza: «… Con la respiración contenida// esperamos algo que vendrá// en su tiempo». Pero en otro momento esa frágil esperanza se torna radical escepticismo: «Lo que está por venir ……No viene» Ó en este otro fragmento: «…como vivir empieza a parecerse// a sobrevivir….». La escritura a veces no nace del que escribe sino que le viene dada de fuera, de una forma no siempre comprensible: «No acabo de entender// esta escritura; fluye// Como una conversación solitaria Que no consigue explicar apenas// Lo que sé». La vida, a veces, tiene sentido; pero a veces éste se desbarata. Hay asimismo un par de referencias personales, íntimas: (el padre, la esposa); muy discretas. Más adelante, aparece la victoria del paso del tiempo, la victoria de la muerte que no siempre es sencilla: «…cómo le cuesta // a la muerte ganar su espacio». En otro momento el poeta mira con intensidad, con intención, con interés la naturaleza y sus manifestaciones pero a sí mismo se define como «…nómada// urbano, más urbano cada vez». En resumen, mirar es también una forma de contemplar el tiempo. Es éste, pues, un libro denso y difícil; sin planteamientos explícitos ni dominios efectistas del ritmo. Esencial, en cuanto a los temas que aborda o insinúa; desgarrado en cuanto a su desnudez, e intenso en la forma que ofrece de cercarse a la vida. Una poesía que emerge de la mirada sobre una vida pensada y soñada, sin concesiones a ninguna estética de bolsillo de las que hoy nos inundan por todas partes. Como ejemplo podemos terminar con este poema sobre la matanza de la plaza de Tian ‘an men, en Pekín en junio de 1989: Dicen que tras el 4 de junio se suicidó un número impreciso de poetas chinos, desconozco si también otras personas. El dato sugiere una extraña confianza en la misión de los poetas. También muestra un límite de las palabras. No había mucha gente en la plaza cuando la cruzamos, filas de turistas hacia la ciudad prohibida, no quise acercarme al mausoleo, visitamos a cambio la casa de Lu Xun. Sentada la multitud, no sé si hace historia; quizá mis emociones empiecen a ser cosa de la edad, pero ese ejercicio de sumar plazas y fracasos parece e al menos una forma de las que elige el pensamiento para hacerse a sí mismo. (Tian ‘an men)


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